Rosario Arrevillaga Escalada
Un año después de la muerte de la Madre Magdalena de San José, el día 12 de Noviembre de 1860, nació una niña que sería la que se encargaría de dar a conocer nuevamente la devoción de la Divina Infantita, y no sólo en México, sino por el mundo.
Vivía en México una familia sencilla y piadosa formada por don Marcos Arrevillaga y por doña Guadalupe Escalada. Habían tenido dos hijitos y una niña a la que llamaron Nicolasita. Pero la niña murió dejando a los padres desconsolados. El deseo de los padres de alcanzar del Señor otra hijita los llevó a proponerse el levantarse todas las madrugadas para rezar el Santo Rosario, y así alcanzar del Cielo otra hija.
Se levantaban todos los días a las 4 de la mañana y le rogaban a la Santísima Virgen que intercediera por ellos ante su hijo Jesús y les concediera la gracia de tan deseada hijita. Así fue como don Marcos y doña Guadalupe recibieron a su niña como una verdadera bendición del cielo y al bautizarla le dieron el nombre de María del Rosario, porque realmente había sido hija del Rosario. Y la niña correspondió tan bien a esta devoción de los padres, que dicen que con sólo tres y cinco años de edad ya rezaba perfectamente el Rosario con la letanía y todo.
Cuando María del Rosario era pequeña murió su padre, su madre trabajaba en casa haciendo cuanto podía para sacar a sus hijos adelante. Desde pequeña M. Rosario tenía un don de gentes extraordinario, atrayéndose el cariño y la amistad de todos. Era expresiva, amable y educada, y muy cariñosa con todos los que se encontraba. Todas las personas que la conocían la querían.
Federico Salvador y Ramón.
El Siervo de Dios Federico Salvador Ramón nació en Almería (España), el 9 de marzo de 1867, y murió en San Diego (California), el 13 de marzo de 1931, después de vivir entre España y México.
Primogénito de don Federico Salvador Alex y doña Francisca Ramón Visiedo. Su padre era impresor, hombre justo, de gran corazón y extraordinaria caridad; doña Francisca, dedicada a las labores del hogar, velaba con ternura y fortaleza la educación de sus dos hijos. La impronta que sus padres dejaron en Federico, fue notoria y palpable a lo largo de toda su vida.
Sus estudios eclesiásticos fueron, prácticamente todos, con sobresaliente o meritissimus y varios premios de honor. Su vida en el seminario estaba centrada en dos grandes amores: La Eucaristía y la Virgen, y caracterizada por las prácticas ascéticas tradicionales. Su devoción a María la aprendió de su madre, cuando ésta lo llevaba de la mano a postrarse ante el altar de Ntra. Sra. del Mar, patrona de Almería, en el templo de los dominicos. Su aguda inteligencia destacaba entre sus compañeros, que lo tenían en gran estima y entre los que se acrecentaba su fama de santidad.
Fue ordenado sacerdote el 20 de diciembre de 1890, en la iglesia de Santo Domingo. Tenía 23 años y 9 meses. Fue nombrado capellán de “Las Puras” de Almería. Vivió austeramente en el cuarto destinado al portero y del convento le pasaban la comida que él compartía, con frecuencia, con los pobres, comiendo, incluso, con la misma cuchara. Siendo sacerdote continuó la labor que hacía ya hacía de seminarista: iba a los barrios para dar catequesis a los niños. El 4 de septiembre de 1894 obtuvo la licenciatura en sagrada Teología en la Universidad Pontificia y Real Seminario de San Cecilio de Granada.